MEDUSAS EN STREAMING
MEDUSAS EN STREAMING
Hay algo de impostura en retransmitir en streaming las reuniones entre partidos buscando un pacto. Si los políticos jóvenes y nuevos fuesen esos seres virginales que quieren hacernos creer que son, podríamos pensar que confunden trasero con témporas y transparencia con una lente vario-sonnar de videocámara. Pero nadie sabe más de cámaras y posturas en España que Pablo Iglesias y Albert Rivera -incluso antes del otro día, en que murió Vicente Aranda-, así que es poco creíble que detrás del aburrido espectáculo de una reunión política afloren vivas ansias de que se sepa todo. No hablar de las cosas con la naturalidad que proporciona la intimidad es no hablar de nada.
La política está tan desprestigiada que los propios políticos le han puesto una videocámara a sus reuniones, como si de la gasolinera de una carretera interestatal en una película de Tarantino se tratase. Buscan protegerse de sí mismos, aparentar ser distintos y transparentes. Quieren tranquilizarnos de sus propios miedos, que veamos que no son ellos los que piensan asaltar la caja con una recortada y llevarse la recaudación antes de que llegue la patrulla despistada que nunca ve a la cajera amordazada bajo el mostrador. Un detalle, gracias, pero no hacía falta tanto. Los ciudadanos nos hubiéramos conformado con saber en qué se fundamentan los pactos y sobretodo en que se cumpla lo prometido.
Les voy a confiar un secreto que tal vez uds. algún día sospecharon: los abogados llegamos cada día a acuerdos. Nuestros clientes asisten al momento en el que nos damos la mano, estampamos firmas y disfrutamos de nuestro esfuerzo hecho pacto. Un acuerdo por el que nuestros clientes quedan mucho mejor de lo que estaban y algo peor de lo que quedarían si ellos mismo se hubiesen redactado una Sentencia a sí mismos, algo que todavía no es posible en España a no ser que siga empeorando el CGPJ (empeoramiento que, por otra parte, siempre avanza). Para llegar a ese apretón de manos civilizado, antes se han tenido que sopesar argumentos, renuncias, ataques, amenazas y certezas; debilitar al contario y airear trapos antes de que el contrario te ponga a lavar los propios. Cosas, algunas, alejadas de la ultracorrección política que imponen quienes quieren liberarnos controlándonos todo, y sobretodo poco o nada edificantes. Tal vez cuando ud. contrató a su último abogado y le dijo “intenta negociar con ellos y si no, los masacramos en un juicio” en realidad quiso decir “fotografíate con el abogado contrario, pásale un papel y retrasmitid el contenido amable de vuestras civilizadas charlas por internet”, pero lo dudo.
No hay que confundir transparencia con desnudez. De la transparencia a la pornografía hay una línea tan gruesa que incluso los políticos sin biblioteca deberían discernir. El rigor de la política, al igual que cierto rigor en el periodismo, yace en lo más profundo de una tumba llamada internet, sección redes sociales y alimentada por una sucesión infinita de “videopactochadas” y ocurrencias sin sustancia que se reproducen a diario de manera exponencial. A eso se ha abonado sobretodo una nueva clase política que abandona el viejo colectivismo de comuna para tratar de transformarlo en el pensamiento colectivo de una red social. Jaron Lanier, sobre este pensamiento colectivo, dice que nos están transformando en un rebaño digital. También esa masa crítica es fácilmente manipulable.
Gracias a la tecnología se han abierto nuevos sistemas de control en los espacios públicos. Sin embargo, la transparencia no es un bien absoluto sino relativo, y nada hay de avance en que seamos solo transparentes si detrás no hay contenido. El príncipe, nos dejó dicho Maquiavelo, tiene que elegir de entre todos los animales entre la astucia del zorro y la fuerza del león. Nada dijo de una política de medusas, seres tan transparentes como insustanciales. Tan transparentes que no dejan ver nada.
Víctor M. Serrano Entío. Abogado.
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