MADRID, USOS Y COSTUMBRES

MADRID, USOS Y COSTUMBRES

Es diciembre. Manuela Carmena visita una oficina de turismo y pregunta dónde se puede hacer nudismo en una piscina municipal. No le responden y le dice a los trabajadores que dejen de vender «tópicos» y hagan cosas nuevas. Añade la alcaldesa que quiere que la gente vaya a Madrid a hacer “turismo de amigos”. Que los visitantes jueguen al “bridge” y hagan tertulia en las casas de los madrileños, remata, literalmente, la alcaldesa. Olvida que en Madrid se juega al mus y que a las tertulias y a las autopsias uno ha de ir reconociendo los cuerpos de antemano. Con una discusión en el Ateneo madrileño de 1.931 empezó a escribir Foxá su “Madrid, de corte a checa” para que se vea el peligro que puede tener una trifulca verbal en España. Por mucho que lo intente la alcaldesa, con más buena voluntad que acierto, uno no va a Madrid a pasearse en bicicleta ni a charlar en casa de la vecindad, cosas más propias de ir a Cuba.

En Madrid se hace turismo cuando se trabaja y se trabaja haciendo turismo. A la caída de Isabel II, el marqués de Salamanca se refugió en Lhardy porque nada ayuda tanto como recurrir al tópico, al tinto y al cocido cuando todo está perdido. La alcaldesa no quiere tópicos pero Madrid es Madrid porque cuando “en provincias” no habíamos visto un consejero comarcal ya tenían siglos de ministros. Madrid es una ciudad y una idea, un agravio político, un orden administrativo y una estación en Atocha; es el crimen de la calle Fuencarral y el de la calle de el Turco, un musical de Sabina en la Gran Vía y la estatua de Goya a las puertas del Museo del Prado, con su ceño fruncido mirando hacia el Hotel Ritz. Sin ánimo de faltar al respeto a los desconocidos madrileños que me sean asignados para partida de bridge y tertulia por el pleno municipal o por alguna junta de distrito, prefiero meterme entre los cristales del edificio de Endesa de Rafael de la Hoz o visitar el Prado y sus salas repletas de tópicos, charlar con esa casta de pintores viejos y mudos, con sus vírgenes en trenzas de oro y sus bodegones con cacharros. Pintores de natividades del Señor sin solsticio de invierno. Lo que va del calor del arte y su metodología al frío de un parte y su meteorología.

Madrid es todos sus tópicos de villa vieja con todas sus virtudes de gran urbe mundial y moderna y no hace falta que los madrileños nos pongan a las faldas de su mesa camilla porque lo que nos gusta es como nos acoge el alma de la ciudad, sus calles, sus bancos, sus bares, sus oficinas y sus terrazas. Madrid es más nuestro que de los madrileños, la ciudad de todos como nuestro Nueva York que es. Por eso Manuela Carmena es también mi alcaldesa y la de todos. Lo que hace de Manuela alguien visible e importante es ser la alcaldesa de la ciudad de los tópicos. Es más fácil reescribir la Historia que acabar con las costumbres y no se puede cambiar la intrahistoria de una ciudad por las ocurrencias continuas de una alcaldesa por mucho que se abstenga en el pleno Antonio Miguel Carmona.

Hay algo en las nuevas formaciones políticas, sean de izquierdas o de derechas, que choca con la realidad. Viven el drama intrínseco de saberse que sin hacer política del realismo o se muere por ineficaz o por pesado, y sin embargo, no se sustraen a su tentación revolucionaria de cambiar lo que nadie les ha pedido que cambien. Quieren cambiarlo todo, lo que es necesario y urgente cambiar, por lo que se les vota, y lo que no lo es, en una evidente pasada de frenada. La realidad es tozuda y no se puede liberar al Madrid de las chabolas de la Hueva transformando el Café de El Tambor en un ateneo. Somos seres imperfectos con costumbres imperfectas. Nos gusta comer en Diverxo, beber en Fortuny, comprar en la calle de Los Libreros y coger un taxi en Cibeles con un loco al volante que nos lleve a todo trapo a treinta y uno por hora por la Castellana. Somos gente rara que en diciembre, cuando va a una oficina de turismo, pregunta por el encendido de las luces de Navidad y por el Cortylandia de Callao para llevar a los niños. Madrid es aceptar con fraterna hospitalidad que vayan a parar a él todos los AVE de España, con sus extremeños, andaluces, gallegos, catalanes, aragoneses y gente en ese plan, toda ella muy tópica. No conviene atacar a la costumbre confundiéndola con el costumbrismo.

Víctor M. Serrano Entío. Abogado.

Víctor M. Serrano Entío
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