LAS ESQUINAS DEL GUGGENHEIM

LAS ESQUINAS DEL GUGGENHEIM
            Dormidas las tertulias de la noche, los ancianos sufrían terrores nocturnos y guardaban la tela bajo la lana, ignorantes de que ahora los colchones son de látex. La gente repartía su dinero entre los bancos como en un juego de baraja en el que solo pintaban bastos porque creían, en su inocente ilusión de ciudadanos nacidos, crecidos y reproducidos bajo el principio de seguridad jurídica, que el corralito financiero respetaría cien mil euros por banco, como las chicas que hacían la calle en los cuarenta respetaban las medallas de los mutilados en la división azul. Cruzábamos los ríos con la sensación de que nunca volveríamos a cruzarlos. La vetusta Europa que planeaba intervenirnos a la griega, afilaba el pico del buitre de marfil que corona la empuñadura su bastón, pero se gustó demasiado marcando los tiempos, y entre artrítica y burocrática -tanto monta- a lo que fue a agarrarnos del cuello se le complicó el ahogo porque Rajoy, a base de recibir, ya llevaba collarín. En los divanes de los psicólogos solo cabía ya una de las dos españas, por una vez sin discriminaciones ideológicas; españolito que vienes al mundo te ampare el sistema sanitario público de atención psiquiátrica.
El cerebro borra los malos recuerdos para sobrevivir. Tal vez por eso -y porque nos lo dice el CIS- percibimos que ha pasado la recesión y barruntamos la recuperación como los auríspices escrutaban las entrañas: con entusiasmo pero sin método científico. No conviene olvidar de donde veníamos porque el elemento comparativo es nuestra guía para vender, comprar y elegir, lo mismo quesos que casas, políticos que preservativos. Veníamos de Davos, de cuando Rodríguez Zapatero, ante un centenar de presidentes de multinacionales, economistas y dirigentes de todo el mundo, paralizó durante diez minutos el Foro Económico Mundial, en enero de 2.010, por ser el único que no hablaba inglés. Además de hacerle todo un homenaje al tardío cine mudo de los años treinta, dio el pistoletazo de salida para que los mercados y sus afiladas garras nos hiciesen jirones. Jirones en los ropajes que tapaban a duras penas nuestras vergüenzas porque para entonces la economía española era ya un walking deadacribillado por manejar imprudentemente un revolver cargado de gasto y déficit en plena recesión mundial; un muerto viviente que seguía respirando el humo de la hoguera de excentricidades y fetiches ideológicos del entonces presidente. Davos nunca fue una causa, tal vez ni siquiera un efecto; Zapatero en Davos fue la foto de toda una nación desprotegida, empobrecida y sin rumbo. (Flashback off).
            Rajoy renuncia a ir a Davos en enero pasado. Moragas, su jefe de gabinete, le dice que se le deja un hueco marginal y decide no ir. Pero esta semana, en un éxito propagandístico sin precedentes de este Gobierno del PP, que no le vende un barril de cerveza a Mario Vaquerizo, el Gobierno ha reunido a la crème de la crème de la economía nacional e internacional en el Guggenheim de Bilbao. Rajoy -lanzado el mensaje interno de la recuperación en el debate sobre el Estado de la Nación- se ha montado un mini-Davos para decirle al mundo en diez minutos que España vuelve al crecimiento. El FMI, la OCDE, el Eurogrupo, la Comisión Europea y el IBEX 35 se le rindieron al mensaje.
            Lagarde dice que gracias a las decisiones de los últimos años, Europa y España están doblando la esquina pero lo que Lagarde no sabe es que en España las esquinas no siempre son de fiar; las esquinas se doblan en Bruselas pero en España las esquinas comercian o trafican, se iluminan u oscurecen pero nunca han tenido memoria. De hecho, en una esquina al otro lado del cordón policial frente al Guggenheim, había gente este lunes que no sabe que ya se puede escribir de la recesión en pasado y hacer memoria. Llegó el martes, dobló la esquina del lunes, y reforzó los diez minutos de Rajoy con los mejores datos para el empleo desde el inicio de la crisis. En diez minutos bilbaínos Rajoy nos cambió los tiempos verbales con los que a partir de ahora escribir de recesión. La ruina nos pilló supervisando nubes sin sospechar que la solución estaba en las esquinas. Uno sospecha que Rajoy está arrepentido por haber hecho una campaña electoral en las nubes prometiendo milagros exprés, y que el presidente sabe que si llega a prometer lo que demandaban los divanes y las esquinas, o sea, sangre, sudor y lágrimas, ahora tendría más reconocimiento por su trabajo y diez puntos más en cada encuesta. Tal vez, antes de investirse y empezar a recibir collejas, creyó en la enseñanza ñoña de José Luis, esa tontería de que la tierra no es de nadie, solo del viento, cuando está claro que la tierra es de las esquinas, incluidas las esquinas del psiquiátrico de Leopoldo María Panero.

Víctor M. Serrano Entío. Abogado.
Víctor M. Serrano Entío
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