EL PLAFON Y LO DEMAS
CAÍDA DE UN FLUORESCENTE
Sarkozy vuelve a por Francia y el PSOE sigue por Andalucía. El siglo nos avanza sin tanto cambio como se nos anunciaba. Ni De la Cierva ni Isaac Peral, ni el autogiro ni el submarino. Lo del siglo pasado sí que era inventar. Ahora ya casi no inventan ni las encuestas, objeto de las invenciones mejor pagadas, mucho más que el mocho de la fregona, dónde va a parar.
El lunes se cayó un fluorescente en un aula de la Facultad de Filosofía. Hasta ahí, lo normal en un aula de filosofía, que se caigan las cosas como a Platón se le caían las frases y se le caía Glauco a las aguas. Platón nos hablaba de la caída del hombre en la materia pero lo sorprendente es que las portadas de los periódicos, televisiones y radios nos han contado la caída de la materia (fluorescente) en el hombre (alumna) como si fuera un hecho mítico, un anuncio del apocalipsis o la prueba del doce de que los recortes, si no matan, al menos rozan. No había tantos medios en una caída desde que Anthony Mann le rodó a Sofía Loren “la caída del imperio romano”. El fluorescente y sus circunstancias, la anécdota -elevada a categoría- y su tratamiento en los medios, nos dan muestra de hasta qué punto de histrionismo hemos estirado el mapa del sufrimiento del país por los recortes, y eso aún sin saber si el grave accidente tiene que ver o no con su mantenimiento; que tendrá que ver, porque lo cierto es que la Facultad de Filosofía está hecha una ruina y un asco. Hace veinte años y cinco gobiernos, la vieja Facultad de Filosofía ya se caía a pedazos, pero la Universidad y su entonces Rector gastaron el magro presupuesto en un edificio para la magnífica, carísima y vacía biblioteca de humanidades. Para construirla talaron más de cien pinos del campus: otra caída. Ahora se le hecha la culpa a los recortes y al PP porque es sabido que la derecha ha sido siempre muy castigada por los accidentes.
La clase, interrumpida como solo los accidentes saben interrumpir el curso de las cosas, era de literatura. El tema tratado: el surrealismo y el dadaísmo. Tras caer el fluorescente, lo normal en el surrealismo: prensa gráfica recogiendo el lugar de los hechos, el techo incompleto y el suelo estrellado; declaraciones del profesor, entre indignado y aliviado por no tener que lamentar desgracias personales; corrillos de alumnos asustados que buscan un buen encuadre en las esquinas de la cámara; dos profesores que se colocan detrás de la escena; el Representante Plenipotenciario Dependiente al Adjunto Adscrito a Rectorado para Asuntos Dependientes del Vicerrector de Infraestructuras, apuntando en una libreta la futura moción a la Consejera; nueve alumnos más que se colocan en los pocos huecos que quedan ya en las esquinas de la cámara, con el miedo ya superado y con cierto cachondeo; profesores que siguen llegando; declaraciones a varias emisoras de la alumna, que ha vuelto a ver la luz fluorescente de la vida, y nosotros que nos alegramos.
Hay mucho de surrealismo en la sociedad española de hoy, azote de corrupciones que no deja de votar/homologar corruptelas, que culpa de todo a una clase política que le ha acostumbrado a todo estatismo, a que todo dependa de un presupuesto. Los papeles y los portales, los titulares de tinta y los titulares que conviven con el banner del último estreno de un viernes nos auspiciaban un gran cambio. Los ciudadanos se han vuelto mucho más exigentes con la corrupción, nos decían. Los articulistas y las peluqueras, los fruteros del Mercado Central y las asociaciones de directivos de empresa coincidían: la gente quiere un cambio, los viejos esquemas políticos ya no valen. Luego va y pasa lo de Andalucía y lo del fluorescente para demostrarnos que la historia de España, como la de su literatura, es siempre la historia de algún estatalismo que cruje o de algún pensionado que sufre. El surrealismo es la fuerza fundamental de toda vanguardia. Arreglen la Facultad de Filosofía, aunque sea veinte años tarde, antes de que podamos hacer con sus ruinas un collage de Kurt Schwitter.
Víctor M. Serrano Entío. Abogado
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