EL MENTIDERO NACIONAL
EL MENTIDERO NACIONAL
En La Cartuja Baja, en la vieja portería hoy restaurada, había un viejo bar como horadado en la piedra y sumergido en escalones. Era un bar pequeño y sin nombre, cuya luz de fluorescente dejaba en la retina la intermitente sensación de estar viendo una película. Un bar con olor a vino agrio y a colilla de Ideales. Todo el barrio le llamaba «el mentidero». Si en 1972 el Watergate se hubiese instigado en el barrio, Carl Bernstein y Bob Woodward se hubiesen reunido allí con Garganta Profunda. El espionaje en «el mentidero» por aquellos años se centraba más en el sindicato de riegos y en cosechas ajenas. No les llegaba el Washington Post y eran más de jugar al «subastao». Hubiese sido un sitio perfecto para meter estos días entre el guiño de los viejos neones a toda la vida política nacional. Lástima que «el mentidero» no haya sobrevivido a esas rehabilitaciones de patrimonio de nuestros días tan propensas a llenar todo de pulcros materiales exquisitos y la portería cartuja es hoy un arco del triunfo más napoleónico que monacal. En la portería actual, sin su mentidero, Bárcenas y los de los ERES de Andalucía quedarían descontextualizados.
España con carácter cíclico vuelve a los escándalos mayúsculos para no desmentir la teoría del eterno retorno de los antiguos griegos. Es como si cada veinte años buscásemos el sobresalto cotidiano y pusiéramos el futuro de la gobernación del país en manos de un recluso. La política nacional como objeto de casa de apuestas. Política zamorana basada en tirar o no de la manta. Días que cuando creemos olvidados vuelven para recordarnos que España es un país costumbrista que se desgasta a base de repetirse.
El presidente del Gobierno quiere pasar de puntillas sobre el asunto Bárcenas como si de un miembro de la Junta de Andalucía sobre los ERES o Mercasevilla se tratara. Siempre hay un roto ajeno para un descosido propio. El pueril «y tú más» debería tener un Ministerio. Ministerio de Igual Da podría sembrar confusión. Ministerio Me rebota y en tu Culo Explota podría estar bien. Pero los ciudadanos cuando tienen dudas exigen respuestas. Por ineficaces que al Presidente puedan parecerle sus palabras, como demuestra la serpenteante frase pronunciada el miércoles en Figueruelas, su silencio es pasto de atronadoras conjeturas. Y en España de toda conjetura nace una conspiración. Tal vez su estrategia de silencio sea la correcta de cara a que de aquí a unos meses la justicia haya desactivado al recluso. Pero cuando mayoritariamente la opinión pública pide explicaciones enrocarse es enquistar. Es la opinión pública madura y seria, parte de la cual otorgó al Presidente mayoría absoluta, la que merece una explicación. Son todos los ciudadanos, también sobrepasados por el caso de los ERES en Andalucía o Mercasevilla, los que exigen transparencia. Si Rajoy repasa la historia, una historia que él ya vivió, verá que negar la corrupción en su Gobierno y en su partido le supuso a Felipe González más desgaste que colapsar la economía en el 93. Rajoy no tiene un caso de corrupción en su Gobierno, y en su partido lo único que causa prueba es que años atrás, con una Ley de Financiación de partidos distinta y más permisiva que la actual, se produjeron muy dudosas donaciones privadas. Jurídicamente no habrá consecuencias. Pero si Rajoy no da la cara alimentará mil y una especulaciones. Soraya dice que la cosa no va con ella, que se apañe Cospedal que ella es Gobierno y no partido. La oposición pide explicaciones con la misma contundencia que desacredita a la juez Alaya cuando investiga su corrupción. Los ciudadanos, descreídos y asqueados, asisten con una mezcla de temor y morbo a la descomposición del sistema de partidos. No hay ya un tiempo de silencio. Cada veinte años llega un Luis que pone patas arriba los cimientos del Estado. Me cuenta un abogado que ve a Bárcenas en Soto del Real que es un tío curtido, alpinista, al que solo le preocupa la situación procesal de su mujer porque él tiene toda su pasta regularizada. Es la guerra y solo se ha enterado Gallardón a quien en Génova antes y en Soto ahora el tesorero alpinista llama «el socialista». España es un país en el que siempre hay una causa o una conspiración abierta, en el que seguimos contando muertos de una guerra octogenaria, buscando elefantes blancos en febrero y dinamita o titadine entre los vagones de marzo. Un país en el que cuando la política no hace su trabajo, que consiste fundamentalmente en hablar y explicar, hay tantas teorías conspirativas como ciudadanos en los bares. Al menos hasta que, por fin, llega la Justicia.
Víctor M. Serrano Entío. Abogado.