Cenando con Molotov
CENANDO CON MOLOTOV
Como la memoria es caprichosa y se ha muerto Sara Montiel, una “penélopecruz” de nuestra postguerra, me acuerdo ahora de una frase de Lola Flores que decía: “Yo no leo libros, pero ceno con quienes los escriben.”. Esa relación cuasi antropófaga con la literatura es la misma relación que tiene el manido “escrache” con la democracia, de la que no se le ha pegado nada pero cena por las noches con ella en los telediarios de las nueve, con hambrientos de “marcha” y sed de justicia dispuestos a tragarse el entreplato.
Decía Gabriel Celaya que la poesía es un arma cargada de futuro y yo creo, siguiendo con el símil literario-armamentista, que el escrache es un palabro cargado de gasolina y trapos húmedos, en fin, un eufemismo molotov. Pura violencia contra personas elegidas como diana por motivos ideológicos y con el fin de amedrentarlas.
Diferenciar la vida pública y privada es un derecho de los políticos y de todos, una obligación ciudadana y una necesidad social. Los nazis, Stalin y los Jemeres Rojos no las distinguían. Franco quería que los demás, como él, no se metieran en política lo cual además de un sarcasmo era repugnante. Si se puede presionar y violentar la vida privada y familiar de un político o de alguien que está circunstancialmente en política, digo yo que se podrá violentar al fontanero que nos arregló mal la caldera de gas y al médico que no nos curó la úlcera. Si la excusa para la violencia es que los malvados políticos dejen de oprimir al pueblo hipotecado dejemos entonces también que se les torture, al fin y al cabo la filosofía es idéntica, la premisa abominable de que el fin justifica los medios.
El acoso al individuo ha sido siempre el germen de toda aniquilación en masa. La Historia está repleta de genocidios que nacieron quemando la puerta de alguien. Y España es de los sitios que mejor arden. Manifestarse, protestar, opinar de una u otra forma, es un derecho maravilloso y base de toda democracia. Sin opinión no hay libertad. El problema no es ese sino que las formas son esenciales en democracia. No es lo mismo dibujar una pancarta o gritar consignas que señalar con pintadas el domicilio de una Consejera y su familia o amenazar de muerte. Que lo haga mayor o menor número de gente es jurídica y moralmente irrelevante. Además siguen siendo una minoría, violenta y bulliciosa, pero minoría muy minoritaria, afortunadamente. Los políticos escuchan más de lo que creemos y menos de lo que deberían, pero eso es otra cosa. Cada cuatro años podemos echarlos o no y cada día podemos protestar y opinar. España sí es una democracia pese a que algunos que se quejan muchísimo de falta de libertad y van otorgando carta de naturaleza democrática mientras amenazan e insultan, anhelen que seamos una república bolivariana.
Víctor M. Serrano Entío.